NARRADOR: La campesina mexicana de Diego Rivera abraza un ramo gigantesco de lirios recién cortados. Su ropa tejida a mano es alegre y limpia, y tiene dos trenzas perfectas de pelo negro, atadas con una vibrante cinta morada. Los tallos curvos la abrazan a ella. El patrón de los tallos continúa en los dobleces de su blusa, subrayando su relación armoniosa con las magníficas flores que le dan sustento. Ella es la personificación de una quieta dignidad—pobre pero nada empobrecida. Los colores luminosos de Rivera, así como su estilo de bordes pronunciados, subrayan la sencillez noble de la niña. Al ocultarle la cara, Rivera la eleva a símbolo de lo sagrado en los ritmos de la naturaleza de la vida tradicional del pueblo mexicano. En 1929, Rivera proclamó: RIVERA (ACTOR): “Necesitamos un arte que sea extremadamente puro, preciso, profundamente humano y cuyo propósito sea claro. Un arte cuyo tema sea la revolución: porque hay que tocar el interés principal en la vida del trabajador. Es necesario que él encuentre satisfacción estética y gran placer en el interés esencial de su vida”. NARRADOR: Rivera desarrolló un arte profundamente mexicano; sus temas son la historia revolucionaria y la política de México, y la vida de la gente común. Inspirado por los frescos italianos que había visto en el extranjero, como también por los antiguos frescos aztecas, realizó, en edificios públicos tanto en los Estados Unidos como en México, muchos murales en gran formato que expresaban una mordaz crítica social.

NARRADOR Por lo general, los retratos muestran las caras de las personas. Pero aquí la joven nos da la espalda. Está mirando los lirios gigantes para que nosotros también los miremos. Parece estar tan cerca de las flores, que casi es parte de ellas—las abraza, y al hacerlo, los pliegues de su camisa forman un patrón parecido al de los tallos grandes y hermosos que la rodean. Nos olvidamos de ella como ser individual; ella pasa a representar a todas las mujeres que están en contacto con la naturaleza. ¿Ves cómo se arrodilla con los brazos extendidos y la cabeza agachada? ¡Casi parece estar rezando! Hay un aire de respeto o reverencia por las flores exuberantes, y una dignidad silenciosa en la mujer que se gana la vida vendiéndolas. El artista mexicano Diego Rivera vivió en Europa durante muchos años. Pero después de que el pueblo mexicano se rebeló contra el gobierno, luchando por la justicia y por ser escuchados, el pintor regresó a su país para expresar esas ideas y desarrollar un arte mexicano totalmente nuevo. Rivera pintaba murales enormes acerca de importantes ideas políticas y sociales. Incluso sus obras más pequeñas, como esta Vendedora de flores, celebran la cultura y las tradiciones del pueblo mexicano. Mira lo que hay en la esquina, abajo a la izquierda. En vez de sólo firmar su nombre, Rivera lo puso dentro de un librito pintado. La próxima vez que tú hagas una obra de arte, ¡tal vez puedes inventarte una forma divertida de firmar tu nombre!