NARRADOR: Durante siglos, se han creado estatuas ecuestres para celebrar victorias importantes en el campo de batalla y para conmemorar a líderes poderosos. Tradicionalmente, se muestra un caballo brioso y elegante con un jinete igualmente elegante que controla totalmente al poderoso animal. Pero el escultor italiano Marino Marini le dio una nueva perspectiva a este antiguo tema. El jinete y el caballo expresan sensaciones diametralmente opuestas. El caballo que parece totalmente relajado y pasivo, se estira desprevenidamente hacia el suelo para mordisquear un poco de hierba. En contraste con éste, el jinete es un bloque de tensión, con los brazos hacia adelante cruzados frente al pecho, como si empujaran hacia arriba con todas sus fuerzas. Tiene la cabeza echada hacia atrás, en una expresión de abandono o agonía. La superficie del bronce es áspera y llena de marcas, lo que le da a la pieza una cualidad erosionada y envejecida, lo cual resalta mucho más la disonancia entre el caballo y el jinete. Marini no hablaba mucho acerca de su obra. A la larga, le dejaba el significado a los espectadores. Él dijo que describir y explicar sus ideas era perderlas. Sin embargo, una vez le dijo a un crítico que sus muchas imágenes de jinetes y caballos eran una reacción ante el hecho de haber visto multitudes de ciudadanos italianos escapando a caballo de la ciudad de Milán, antes del avance de las tropas aliadas, poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Esto podría explicar el contraste entre el caballo y la figura humana. A diferencia del caballo, el hombre entiende el horror por el que ha pasado y lo que ha perdido, o los peligros que aún están por venir.