NARRADOR: Resplandecientes girasoles dorados, el indicio de una escalera, flores altas saliendo de dos tiestos bulbosos, sombras moradas y azules en el camino de tierra—todo brilla tenuemente bajo la luz del verano soleado en el Jardín de Vetheuil de Claude Monet. Aléjese un poco del cuadro y podrá identificar formas individuales. Pero si se acerca, éstas comienzan a deshacerse, como si estuvieran a punto de desintegrarse en una ráfaga de pinceladas... Monet aplicaba las pinceladas en varias direcciones, intensificando la energía de la superficie parpadeante. Monet es el impresionista por excelencia. Pintaba afuera, al aire libre en los lugares que escogía representar, observando el paisaje directamente para captar los efectos fugaces de la luz y del clima. En 1920, recordó: MONET (ACTOR): “Cuando empecé, pensaba que dos lienzos me bastarían: ¡uno para días nublados y otro para días de sol! En una ocasión, cuando vi que la luz había cambiado, le dije a mi hijastra: ‘¡Por favor, ve a casa y tráeme otro lienzo!’ Me lo trajo, pero poco después ya todo estaba distinto de nuevo. ‘¡Otro! ¡Otro más!’ Y pinté cada lienzo cuando tenía el efecto que deseaba”. NARRADOR: Monet tenía 41 años cuando pintó esta escena, y su uso de la forma y del color lo estaba conduciendo hacia un nivel de abstracción que pronto sobrepasaría el de sus contemporáneos impresionistas. Durante la siguiente década, comenzaría su famosa serie de grandes pinturas atmosféricas de estanques de nenúfares que construyó en la década de 1890, en su casa en Giverny. En 1921, Francia aceptó el regalo de 12 cuadros de nenúfares. El pintor surrealista André Masson les llamó a estas pinturas “la Capilla Sixtina del Impresionismo”.

NARRADOR Acércate mucho a esta pintura, o haz un pequeño telescopio con la mano y, a través de él, observa cualquier pequeña sección de este cuadro. ¡Ey, cuidado! ¡No lo toques!... ¿Qué ves? ... Muchos colores y pinceladas cortas y descuidadas, ¿verdad? Ahora aléjate y mira el cuadro entero. ¡Un hermoso jardín aparece ante tus ojos! Claude Monet era uno de los artistas más famosos de un grupo llamado los Impresionistas. Estos pintores sacaban sus caballetes y se iban afuera; en sus pinturas, trataban de mostrarle a la gente cómo se sentía estar parado en ese lugar en particular, en ese momento en particular, ese día en particular—si había mucha niebla o brisa o calor. Trataban de reproducir la luz “tal cual”. Por supuesto, el sol no espera a nadie, ¡así que tenían que trabajar rápido! Ésa es una de las razones por las que pintaban con pinceladas cortas y rápidas, totalmente distintas a la forma lisa de pintar que aprendieron en la escuela de arte. Allí les habían enseñado a llevar sus bocetes adentro y crear pinturas meticulosas en un estudio. Si pudieras entrar en este cuadro tan alegre, ¿qué sonidos escucharías? ¿Acaso abejas zumbando? Prácticamente se puede sentir el olor de las flores dulces y la brisa suave del verano. Resulta difícil creer que Monet estaba pasando por un triste momento de su vida cuando lo pintó. Su esposa había muerto hacía muy poco tiempo. Pero la gente dice que la pintura era tan importante para él, que incluso el mismo día en que ella murió, ¡él salió a pintar para no perderse la luz perfecta! A lo mejor, pintar también lo hacía sentir mejor.